lunes, 15 de septiembre de 2008

RECIPIENTE VACÍO

…del aullido urbano a la oquedad del vacío y al silencio íntimo de la línea, se amputan los eventos corporales, la escucha prolongada, extendida, generadora de lo omitido, gestora de sonidos ensanchados y de oídos ensordecidos… se enmudecen los ruidarios con auscultaciones minúsculas… murmullos como aludes y susurros como cántaros de tempestad.

Recipiente vacío es una instalación sonora que potencia una escucha interior e íntima, resguardada en la oquedad de un recipiente, del paisaje sonoro urbano atrapado en él.
El aire resuena en el interior del recipiente vacío… y el sonido que se evapora y se dilata en la ciudad se concentra en el sordo interior del recipiente… entonces los silencios y los ruidos resuenan en una espiral laberíntica proveniente de recónditos rincones.
Una escucha confusa y sutil de voces, sollozos, gritos, murmullos y murmuros de las gentes; de estrépitos y estruendos del tráfico automotor, del vuelo de aviones y de aguaceros y tempestades; de la melodía de la lluvia y del canto de las aves…
Los sonidos son escuchados, mediados por la reverberación en el interior del recipiente… una materia sonora, de texturas y espacios, que es trasladada al interior de un espacio binaural.
Una escucha con una doble resonancia: la del ámbito arquitectónico dado por la concavidad del edificio sur de las torres del parque y del recipiente vacío allí instalado. Dispositivos que potencian una condición de transformación “natural” permanente que genera cambios tímbricos de los sonidos en tiempo real.
El paisaje se instala bajo el rigor de una escucha mediatizada. Mediación acústica y electroacústica… con transductores como el espacio, el edificio, el recipiente, el micrófono y los auriculares o parlantes. Se trata de una escucha escindida, acusmática y ciega.

Mauricio Bejarano