martes, 16 de septiembre de 2008

La historia milenaria de la imagen del laberinto revela que a lo largo de su larga vida el hombre se ha sentido fascinado por algo que de algún modo le habla de la condición humana o cósmica. Existen infinitas situaciones en las que es fácil entrar pero difícil salir, mientras que resulta complicado pensar en situaciones en las que sea difícil entrar pero sencillo salir. La única que tal vez podría encajar en este último esquema es la situación de situaciones, la vida individual, con sus nueve largos meses de entrada y los dolores del parto, y en seguida la certeza (aunque sea inductiva) de la muerte. Y sin embargo es propio de la vida ese espacio intermedio (a lo mejor brevísimo) por el que erramos largamente, sin una clara noción del sitio al que vamos ni para qué, ni qué es lo que vamos a encontrar en el centro o en alguna de sus numerosas encrucijadas imprevisibles.


Tomado de El libro de los laberintos


Paolo Santarcangeli